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viernes, 9 de mayo de 2014

Balada triste de armónica (Versión ampliada)

Como os comente hace unas semanas dos de mis relatos cortos habían sido presentados a concurso, las normas obligaban a un máximo de 1000 palabras las cuales en este caso creía pocas para expresar todos los detalles de la historia.
Por lo cual me decidí a reescribirla sin verme coartado por el número de palabras utilizado, bien, este es el resultado.
Como siempre, espero que sea de vuestro agrado.



BALADA TRISTE DE ARMÓNICA



El viento mecía su fino y largó cabello ya cano, en su mano portaba una pequeña caja de madera con unos adornos rojos y verdes de formas geométricas talladas a modo de emblema.
Se detuvo frente a la puerta giratoria, oteando el infinito horizonte, como esperando una invitación para pasar dentro, saco de un bolsillo interior de su americana un reloj de bolsillo de estilo "tourbillon", miro impasible el caminar de los segundos como quien ve pasar los coches por la autopista.
Desde mi ubicación en el interior del gran hotel lo observaba entre extrañeza y curiosidad, mire discretamente atraves del mostrador de la recepción, intentaba que no se notará mucho que fijaba en su figura mi atención.
De repente, como un golpe de viento que azota un árbol escuálido cerró bruscamente el reloj, tomó aire, alzo la frente al horizonte y comenzó a caminar hacia la enorme puerta de estilo francés que daba la bienvenida a los huéspedes del gran hotel.
Caminaba con pasos cortos pero firmes, a pesar de mis esfuerzos por disimular, el magnetismo de aquella figura que se acercaba a mi me impedía apartar la mirada.
Una vez frente a mi, el probable huésped hablo.

-"Buenos días"-
Dijo con voz grave pero dulce.

-"Buenos días ¿En qué puedo ayudarle?"-
Le conteste cortésmente.

-"Tengo una reserva a nombre de Jesús Benito"-

-"Déme un momento que se lo compruebe caballero"-

Reconozco que me quede un tanto sorprendido al ver que la reserva era de la suite nupcial, era un señor más cerca del otro mundo que de este..
Y obviamente no venía acompañado, ni por su aspecto o edad diría nadie que se encontraba de luna de miel.

-"Perdone caballero, debe tratarse de un error, en el ordenador me salta que usted a hecho una reserva de nuestra suite nupcial, debe tratarse de algún tipo de mal entendido, le ruego que nos disculpe, lo subsanare de inmediato "-

-"No se preocupe joven, no se trata de ningún error, esta todo perfecto"-

Sin lugar a dudas la respuesta me causo una gran sorpresa.
No soy una persona a la que le importe la vida de los demás, menos aún de los miles de personas que pasan por el hotel, gente que viaja sola, familias completas, amantes, novios que vienen a pasar una noche inolvidable.. Pero no sabía bien porque ese anciano me parecía un tipo interesante.

-"Le ruego disculpe mi atrevimiento ¿Puedo preguntarle porque ha decidido alojarse usted en la suite nupcial? Parece que viaja solo y... "-

El anciano sonrió, se pudo apreciar una dentadura blanca como el marfil del más bello elefante de la sabana.
Depósito una preciosa cajita de madera sobre el mostrador y lanzándome una clara pero penetrante mirada me dijo:

-"El problema de preguntar a un anciano es que tiene mucho que contar pero poco tiempo ya para ser escuchado, aún así te contare un pequeño secreto..."-

La verdad es que la penetrante voz del anciano despertó en mi un afán incontrolable por querer saber más, reconozco que su voz se impregnaba en mi mente.

Se reclinó sobre el mostrador y casi susurrando me dijo:

-"No he venido solo"-

En ese momento no supe que pensar, ¿estaría loco de verdad?.
Reconozco que había algo "mágico" que hacía que no pudiera dejar de mirar la dichosa caja y que no parará de elucubrar con su contenido.
El mismo anciano corto de golpe mis pensamientos cuando dio dos leves golpes con la caja de madera encima del mostrador y la aproximó con sumo cuidado hacia mi diciendo:

-"Toma, ábrela"-

Me sentí como un niño la noche de reyes, no se explicar la razón, tome la caja en mis manos con mucho cuidado, la mire con detenimiento, no tenía ni idea que me iba a encontrar ahí dentro.

-"¡Ábrela sin miedo que no muerde!"-
Gritó el anciano mientras soltaba una carcajada.

Al fin me decidí, abrí la caja con mucho cuidado y por fin alcance a ver en su interior.
¡Una armónica!
Una preciosa armónica de tonos rojos y naranjas era lo que portaba en su corazón aquella caja.
Se apreciaba que le había acompañado durante muchos años, tenía muescas del uso y algunos de los adornos estaban ya algo ajados.

-"¿Que le parece?-"

Me dijo el anciano mirándome fijamente a los ojos mientras sus temblorosas manos acariciaban el contorno de la armónica como un amante acaricia las caderas de una bella mujer.

-"Es la armónica con la que hace muchos años le recité mi primer poema a Estefania, mi amada"-

Era evidente por el tono de su voz que aquella mujer ya no pertenecía a este mundo físico.

-"Lamento lo de su esposa"-
(Aún hoy no se porque dije aquella frase a todas luces desafortunada.)

-"¿Mi esposa? No muchacho, nunca llegue a casarme con ella-"

Bajo levemente la mirada y sus ojos grisáceos parecieron convertirse en una hoja en pleno otoño.

- "Fuimos muy felices durante un buen tiempo, los años dorados mi joven amigo, pero diversos acontecimientos nos impidieron proseguir unidos, mundos diferentes, una época convulsa, la guerra, en fin, la vida es así.."-

No supe que decir, se apreciaba el dolor en sus palabras, el amor en sus ojos y el paso del tiempo en su voz.

-"Ella es mi razón para estar hoy aquí"-

Me dijo haciendo una mueca como queriendo decir "no pasa nada"

-"Verás muchacho ella tristemente falleció hace ya algunos años, tuvo su esposo, dos preciosas niñas de ojos claros, una vida plena.
Yo a su vez estuve felizmente casado hasta que falleció mi esposa un día gris de diciembre.
Manteníamos contacto por correspondencia, siempre sabíamos el uno del otro, compartíamos en la distancia nuestros éxitos, nuestros fracasos y una promesa común, La que hoy vengo a cumplir."-

Me quede como una estatua de sal, inmóvil, la emoción que transmitían sus palabras me aturdida, no sabía que le podía decir yo un pipiolo de veintitrés años a un hombre que había pasado por tanto y que obviamente sabia mucho más que yo de la vida, de la muerte y del amor.

-"¿Qué promesa es esa?"- Le pregunte.

-"La de tocar una última vez mi armónica para ella, recitarle mi último poema como le prometí, en una ciudad de salitre y azul, de caprichos de Gaudí."-

En ese momento entendí el porque de la elección de la suite nupcial, era la única habitación que por su altura y ubicación permitía observar la obra de Gaudí y al fondo el mar.

-"La muchacha era una auténtica belleza y sus ojos de mar tenían cautivados a todos los hombres, no sólo del pueblo, sino también de las aldeas circundantes. Yo lo único que tenia eran mis palabras escritas, mi voz y esta armónica con la que le recite mi primer poema de amor"-

La historia me parecía conmovedora, tras el anciano se había colocado una pareja hacía ya unos minutos y por los gestos de el parecía que empezaban a impacientarse.

El anciano giro despacio su cuello hacia la pareja, se disculpó por las molestias causadas con una sonrisa que logró cambiar la tez del caballero que estaba esperando, me agradeció mi tiempo y que hubiera prestado atención a su historia.

-"En agradecimiento a tu tiempo"-Dijo.

Saco del bolsillo de su americana un precioso reloj, tomó mi mano con sutileza, colocó el reloj dentro y me la cerró firmemente.
Me dijo:

-"A mi poca falta me va a hacer ya, dudo que marque muchas más horas de mi vida, es mejor que siga ofreciendo sus servicios a un alma aun joven."-

Naturalmente no quise aceptarlo, pero insistió de tal manera que no pude negarme.
El anciano tomo la caja, la cerró suavemente y se la guardo en el bolsillo de su americana que antes ocupaba el precioso reloj.
Me ofreció la mano y cuando me quise dar cuenta ya se alejaba hacia el ascensor con ese paso lento pero firme.
Yo seguí atendiendo a los nuevos huéspedes pero ya nada era como antes, algo de ese anciano me había impregnado.
Al finalizar mi turno, justo cuando ya iba a pedir un taxi para ir a mi apartamento se me ocurrió la extravagante idea de recorrer el último piso del hotel, el piso en el que se encontraba la suite nupcial.
Tome el ascensor hasta la última planta, la verdad aun hoy no se que pretendía con aquello, al caminar por el largo pasillo lo único que rompía el silencio y la monotonía era una melodía de fondo, una melodía entonada por una vieja armónica, puedo asegurar que jamás en mi vida había escuchado algo similar y aun hoy a mis setenta y tres años no lo he oído, ni creo que sea posible, era algo indescriptible.

Desde ese día mi visión de las personas que transitan por el hall del gran hotel o por sus pasillos cambio de manera radical, desde ese preciso momento siempre pienso en las historias personales y apasionantes que cada cliente puede tener escondidas entre su equipaje, de las vidas que hay detrás de cada número de habitación, de las palabras de los amantes, de lo que dejan atrás, de la huella del tiempo vivido en el gran hotel.

Existen leyendas de hoteles encantados por amantes que murieron allí, por doncellas que hace siglos limpiaban las estancias, pero yo conozco la historia real que rodea la suite nupcial del gran hotel.
Ahora con el paso de los años y después de poseer más experiencia sigo opinando igual que en ese momento, después de tantos años alejados, después de vidas separadas, nada, ni la muerte pudo evitar que aquel anciano cumpliera la promesa echa a su amada, mi convicción de que el amor no tiene fronteras ni entiende que es el tiempo quedo grabada a fuego en aquella conversación.

Han pasado muchos años pero aun tengo en la cabeza el sonido de esa armónica, esa triste balada de armónica que esa noche escuche instalarse para siempre entre los muros del gran hotel, dicen que hay noches que han llegado a oírla ¿será verdad? quiero creer que si, quiero creer que aún suena para que su amada pueda oírla como yo aun la oigo en mi cabeza.

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